miércoles, 20 de enero de 2010

Escribir- Paulina Movsichoff





¿Cómo decir lo que está atado, lo hundido en el fondo de la noche, de esa noche que soy? ¿Cómo llamar a lo que se encuentra detrás de la escritura, detrás, detrás, más allá, en una Terra Incognita guardada por un empecinado Cerbero? Pero para llegar al Hades de mí misma debo bajar por ella, asirme con todo mi cuerpo a su escala de consistencia débil y sin embargo indestructible. Nací de las palabras. Ellas son el útero que me empujó al mundo y del cual aún no me he desligado. Palabra-cordón, palabra matriz, palabra yo. El sol entra en mi living en esta mañana veraniega y las cosas bailan en la pura inmanencia del instante. Todo está quieto y sin embargo en perpetuo movimiento. La gota de agua cayendo de mi canilla es la pura música, el sonido elemental deslizado en la tierra fértil de mi oído. Pero sigamos con la palabra, estrella ahincada en el cuerpo, verruga también que duele y no deja pisar. Porque pisar es dirigirse a alguna parte y tengo miedo. Hay una calle que transité despacio, descubriendo enredaderas. Y hoy esa calle no está. Tengo miedo de lo que ya no está. ¿Acaso ese no estar no es la esencia de le eternidad? Otorgo sólo al silencio su calidad de ser. Silencio alga, silencio enredadera, nutrido por el único, insondable silencio. ¿A qué aferrarse entonces? El ojo de mi mente mira como quien indaga el amor y sabe que está solo. Y la soledad no es sino otro modo de arrojarse en el ser. Hoy me despido nuevamente. Me despido del instante que fue y sin embargo aún dura en mi cuerpo. Mi cuerpo hecho de instantes. Recuerdo aquella hamaca en la que, de niña, me columpiaba. Hoy esa niña sigue columpiándose sola y absorta en la pulpa madura de los días. Una hamaca en la que también hoy me columpio hacia adentro, hacia lo profundo de mi cielo. O de mi infierno. No nos bañamos dos veces en la misma agua, decía el viejo Heráclito, pero nos bañamos en agua. Me baño en el agua que es el tiempo. No sé nada fuera del tiempo, de su oscuro transcurrir. Y los dolores, las alegrías, son el agua que me hacen saber que no he dejado de mojarme. Hay una espada en mi mano. Y sin embargo tengo la mano vacía. Posibilidad de ver lo no visible, de asir lo que no puede ser asido. Quiero jugar los juegos del tiempo. Reconocer en él mi rostro. Rostro-mujer, Rostro Madre Tierra. Sabes ya tu solidaridad con la luna. Es ella quien hila el tiempo, teje las existencias humanas. Trabajo nocturno, trabajo femenino como Penélope, tejiendo y destejiendo su tela, como mi cuerpo, tejiendo y destejiendo la escritura.